La soledad se escribe por excelencia
“Ella, la soledad, en ruptura del saber, no sólo puede escribirse, sino que además es lo que se escribe por excelencia, pues es ruptura del ser que deja huella”
Indica Lacan en el el capitulo X del seminario 20. El nubarrón del lenguaje, la abertura con el mundo, el desgarro es lo que puede escribirse a falta de relación sexual.
Así el psicoanalista en la Escuela esta concernido por este hecho y llamado a decir su soledad.
La experiencia de la no existencia del Otro es lo que ha recorrido en su análisis y de ello da cuenta cada vez que testimonia de su practica.
Por eso las octavas jornadas tocan un punto central de la formación de los analistas.
En la Vanguardia hemos leído que se trata de soledades, pero cual se acerca a lo más propio, a lo que toca el deseo del analista.
La soledad, como perfección y verdad, como algunos santos y místicos han experimentado, dista mucho de nuestra soledad.
Tampoco hay que buscar la profundidad de la soledad como apuntaba José Bergamin ensayista y poeta de la generación de la Republica: “Buscar raíces es una manera subterránea de andarse por las ramas” en su libro “Aforismos de la cabeza parlante”
Así por las ramas de las anécdotas, de las pequeñas cosas, de las formaciones del inconsciente, podemos abordar y articular algo de la soledad.
Esa soledad benéfica, que de todo nos separa que no da pena sino
que alivia del Otro y aleja la ferocidad del súper-yo.
Justo en la psicosis el sujeto nunca esta solo siempre lo acompañan las voces y las alucinaciones. Somos testigos y escuchamos su tormento difícil de aplacar.
La soledad que nace de descompletar al Otro es la que nos interesa y de la que se puede hablar y escribir.
Por eso la soledad del analista es una suerte que compartimos.
Carmen Carceller
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